No se me había ocurrido que podía haberlo contado aquí, tiene razón Claude, soy poco exhibicionista. Con lo que me costó guardarme el secreto y no gritarlo por megafonía o ir al Diario de Patricia a contar primero mi indignación y después mi triunfo. Aguanté como pude las palabras que se me salían de la boca y sólo yo sé lo que me costó.
Quería que toooooodo el mundo supiera que me había vengado de dos funcionarias de correos.
Y mira que al principio sentía hasta simpatía por ellas a pesar de las innumerables protestas y comentarios negativos que había oído. Lo cierto - y aquí no va ni gota de ironía o exageración- es que fue remodelar la oficina de mi pueblo, traer a estas dos a su cargo y la calidad del servicio empezar a decaer. Fatal, mal trato, retrasos, colas, repartos semanales en lugar de diarios....,un horror.
A pesar de eso, no las odiaba aún. Cualquiera que trabaje de cara al público en general sabe las dosis de paciencia que hacen falta. Hasta que me tocó a mí.
Un día me dedicaron toda su altivez, su mala educación, su chulería, sus malos modales. Da a cualquiera un poder, por mínimo que sea, del tipo abrir o no una puerta y se creerá el dueño del mundo. Como ellas.
Las quise matar, fantaseé con diferentes humillaciones, con una motosierra en el bolso hubiera organizado un jugoso festín. Me duró días, no creas. Me sumé rápidamente a la oleada de quejas, asentí cada vez que alguien protestaba, uní mi 'caso' a sus 'casos', entendí el sentir popular, vamos, que en tiempos más revolucionarios hubieran ido a la guillotina. Y yo tan campante, sorda a las súplicas de perdón.
Las quise matar, fantaseé con diferentes humillaciones, con una motosierra en el bolso hubiera organizado un jugoso festín. Me duró días, no creas. Me sumé rápidamente a la oleada de quejas, asentí cada vez que alguien protestaba, uní mi 'caso' a sus 'casos', entendí el sentir popular, vamos, que en tiempos más revolucionarios hubieran ido a la guillotina. Y yo tan campante, sorda a las súplicas de perdón.
La venganza me vino sola.
Dejaron en mi casa unas cartas que no eran mías (cosa bastante habitual, por cierto, pero hasta entonces no tenía este tono de gravedad) y, a pesar de que la persona que hace el reparto por esta zona me cae bien, pensé que era el momento.
Eran dos sobres grandotes dirigidos a una tiendecita de chucherías de la esquina donde cotillean sobre lo humano y divino, más sobre lo primero. Era el sitio perfecto.
Devolví las cartas en el buzón de la calle con el siguiente texto escrito en el sobre por la mano verduga de mi bro, mi letra la conocen y siempre son más inquietantes los mensajes anónimos: " Otro error. Los vecinos de esta calle estamos hartos de repartirnos las cartas de casa en casa. NO somos carteros (en fosforito). El servicio de correos en xxx va fatal, empezando por la oficina donde sus encargadas deberían tomar más ALL-BRAN. Me aseguraré de que esta carta llega su destino.La próxima queja será oficial."
Pasaron los días y mi enfadó amainó, al fin y al cabo ser mala cuesta mucho esfuerzo. Seguí siendo feliz, el bienestar habitual, mi vida actual....y me crucé con el destinatario de la carta. Al preguntarle por si había recibido una carta con algo escrito en el sobre me dijo "hace un mes más o menos, me llegó una carta del Banco de Sabadell- era esa- llena de Typex y bla bla..."
"Llena de Typex". Las enemigas públicas número uno la habían leído, las dos, y la habían emborronado con Typex.
Buah, qué gustazo oírlo. No quisieron que más gente lo leyera, quiero pensar que les herí el orgullo, que sintieron vergüenza.
Desde entonces, no sé si será por mis palabras o porque compraron All-Bran, pero la última vez que estuve en la oficina no estuvieron demasiado desagradables, sólo lo justo.
Me gusta haber contribuido al bienestar del pueblo. Ahora sólo me queda conseguir aguantarme las ganas de decirles con media sonrisilla ¿'tenéis Typex, por favor?
Nota: sigo viendo en mi pantalla todo de una manera y se publica de otra. Todo eso si se me ocurre justificar el texto. Help!!!