martes, agosto 11

Muero pues

Soy envidiosa. Y mala. Y valiente por admitirlo.

Ahá, pero no soy la única que cae en el lado oscuro. Parecía que la inteligencia superaba todos los defectos mundanos pero no es así, como ejemplo ahí tenemos a mi Ave María haciendo un pase de modelos cada vez que sale a a la calle, la cultureta haciendo de florero, pasen y vean.

Y es que la cabrona se está quedando estilo raspa de pescado, lo sabe y lo luce. Ah, vanitas-is (?) , también tú Bruto, hijo mío. Muero pues.

A mí se me mezclan las babas del deseo con la espuma de la envidia y estoy que trino y no es para menos: le he prestado - prestar es prestar, entraré de nuevo en ellos grrrr....- algún vaquero mío en el que ya no quepo y ¡qué vision!, ¡¡¡le quedan mucho mejor que a mí cuando me quedaban bien!!!

Te lo advierto, nena, estás a punto de ser
n o m i n a d a , o sea que deja de humillar a mi voluntad y vuelve a la chistorra.

5 comentarios:

Mármara dijo...

Que digo yo, que, a lo mejor, una vueltecita por Asturias, con sus fabes (en fabada, con jabalí, con centollo, con almejes...), sus choricinos a la sidra, su sidra, su quesín de cabrales...
PD: Que, a lo mejor, si me siento al lado de Club, me pongo a suero un trimestre completo, o más.

Señor Miyagi dijo...

Mármara: no se lo digas, no se lo digas, ¡¡que me empaqueta en el ALSA y me tendrás que dar de comer 2 meses seguidos!!

Querida Miyagi: me quedan por lo menos 15 kilos para entrar en la Cibeles esa. Tú tranquila. Si es por amor, yo me como todas las chistorras que haga falta. Ñam ñam.

Claude dijo...

Jajajajjaj.
Pues fíjate que a porpósito de estos temas de tamaños, J. y yo tenemos una teoría que relaciona nuestras lorzas con nuestro lesbianismo (cuando se la conté, me dijo: no me digas, ¡¡pero si yo también tengo esa teoría!!)
A J. y a mí nuestras madres nos azuzaban (bueno, en mi caso la forma pasada... emmm, estooo, sigo con lo que quería decir) más con "mira esa niña qué delgada, a ver si pierdes esos kilos, hija" que con el "terminate el pollo, coño", así que J. y yo nos fijábamos en esos cuerpazos que no teníamos, en esas cinturitas de avispa, en esas piernas largas y delgadas, esas tetas... En fin, no sigo, que soy una adolescente calentorra. Y claro, decíamos: ojalá fuera ella, ojalá fuera ella. Pero claro, a fuerza de fijarnos... Hay que tener en cuenta que la envidia cansa lo suyo (y que además "estudios de prestigiosas universidades cuentan que gordas tienen mejor carácter"-homenaje a aquel anuncio de Special K que decía aquello de "estudios demuestran que mujeres que..."-), así que terminamos deseándolas.
Mera especulación, por supuesto.
Temo haberme ido por las ramas guanmortaim. Lo siento.

Claude dijo...

Aclaro, eso sí, que yo a las que jamás he envidiado (ni deseado) es a las modelos, con ese caminar desmadejado que tienen, además...
En realidad, cuando más envidia he tenido yo a cuerpos ajenos es cuando tenía doce/trece años, que ya no podía negarme a mí misma que NECESITABA sujetador. Y me acuerdo que había un chico en el cole (de quince años) que jugaba al fútbol sin camisa durante los recreos (o con la camisa completamente desabrochada)... Y yo me sentaba con la Yesi y compañía a comentar lo buenorro que estaba (y yo era toda una entusiasta, más que la Yesi) y tenía una sensación de "ojalá fuera él" más que otra cosa.
Y ahora me acuerdo del chico en cuestión y me digo: era un tirillas. No sé por qué nos quedábamos embobás mirándole. Bueno, yo porque no tenía tetas, sí, pero vaya, que no estaba bueno ni nada.

Claude dijo...

Alaaaa, el segundo comentario sí que es un offtopic como una casa.