viernes, septiembre 1

Ironías de la vida

Un tarde de sábado de hace muchos años, estaba yo jugando a mosqueteros en la calle, feliz, (tener un hermano cercano en edad era la coartada perfecta para jugar con los chicos) y, de repente, empezó a llover. Cada mochuelo a su nido.

Pasó la tormenta y yo volví a salir para seguir con el juego pero nadie más salió, me dejaron plantada con mi espada en la mano. Es quizá la única sensación de abandono que tengo de mi infancia, que fue fantástica, por otra parte. Me caló porque aún la recuerdo.

El que sí salió fue el arco iris tras la lluvia soleada.
Desde entonces, cada vez que se pone esa luz anaranjada anterior a su salida, tan característica, no dejo de sentirme inquieta y de acordarme perfectamente de ese día y de esa sensación, es algo físico, involuntario a mi razón y que no me agrada.
Por eso no me gusta el arco iris.

Ironías de la vida, ya véis ;)

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